Allí estaba ella, como cada día. No me extraña que con esa sonrisa que tiene, encandile a los clientes (y clientas, por supuesto).
Llevo mirándola día a día, durante casi 8 meses, pero ella no sabe que yo existo. No se fija en mí. Puede ser quizá porque aun no me he atrevido a entrar y hablar con ella…
¡Ahí está! Creo que me ha mirado… no, no era a mí…
¡Esperad! ¡Se acerca hasta mi mesa! Trae algo en la mano… ¿Un helado? Se acaba de sentar enfrente de mí.
- Hola – me dijo - Como no has sido capaz de acercarte a mí ni saludarme, he decidido acercarme yo. Mi nombre es Margaret y creo que tú eres Mathew ¿me equivoco? Si quieres... podemos salir tú y yo…algún día...
Me quedé paralizado ¡sabía mi nombre! ¡Y me estaba pidiendo salir! Estaba totalmente enamorado de esa sonrisa…
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